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domingo, 10 de marzo de 2024

Representaciones e imaginarios en torno al boliviano migrante de clase media en Chile, a partir dos narrativas de migrantes en los años 80’s y en la actualidad

Por: María Antonieta Herrera Loayza, Antropóloga[1]


Concepción, junio de 2023. Atribución: MAD



Concepción, 1986. Atribución: https://www.pasado.top/chile


ABSTRACT

La migración es un fenómeno de nuestra historia inmediata, afecta a nuestros países y regiones por diversas causas, en el caso boliviano se ha tomado un nuevo impulso migratorio hacia Chile en la segunda mitad del siglo XX que ha tenido un repunte sin precedentes en los últimos diez años, llevando a una masiva cantidad de migrantes bolivianos tradicionalmente hacia el norte y centro del país, atraídos por las condiciones laborales y la proximidad de las zonas fronterizas. Estos migrantes históricamente han sido identificados como de extracción rural, de origen étnico aymara y más recientemente quechua, la mano de obra de la industria minera y agrícola. Sin embargo, poco o nada se conoce sobre el migrante boliviano de clase media, de extracción urbana y con distinto horizonte de vida en Chile. Imaginarios y representaciones se expresan y ponen en manifiesto en conductas y actitudes que se configuran de manera individual y colectiva, de ida y vuelta, que se han transformado con el pasar del tiempo y en diferentes espacios geográficos. En este articulo analizamos y ponemos el debate de esta problemática a partir del testimonio de vida de dos casos, uno que corresponde a una inmigrante que llega a Chile durante la época de dictadura en los años ochenta y el otro de un migrante en proceso de movilización reciente, para identificar las permanencias y cambios, así como los desafíos y condiciones que cada uno enfrenta en su experiencia personal.

 

KEYWORDS

Migrante boliviano, imaginarios, percepciones, clase media migrante, memoria y narrativas


Los fenómenos migratorios contemporáneos del cono sur latinoamericano han sido objeto de estudio reciente en las últimas dos décadas, particularmente motivados por las tendencias teóricas posmodernas, así como los flujos migratorios históricos y masivos impulsados por diversos factores: crisis sociales y económicas, catástrofes naturales, relaciones comerciales transnacionales, movilidad forzosa, movilidades voluntarias, ocupaciones y manejo del espacio, por nombrar algunas.

Es reciente el interés de las disciplinas sociales sudamericanas en los flujos migratorios y sus fenómenos relacionados a lo largo, a través, hacia adentro y hacia afuera de nuestras fronteras, así como sus causas e impactos en nuestras sociedades, identidades y prácticas culturales, las causas ambientales y de salubridad, entre otras problemáticas recientes, necesarias de abordar y comprender para aportar reflexiones y soluciones a las crisis migratorias que se enfrentan. Las disciplinas antropológica y arqueológica de nuestra región han provisto de insumos para comprender de manera multidisciplinaria nuestro pasado prehispánico y los devenires históricos de cada Estado nación, en este sentido se cuenta con importantes contribuciones que también han traspasado hacia la etnohistoria e historiografía para delinear los flujos migratorios de poblaciones de los andes sur centrales, develando la importancia del constante movimiento demográfico entre Bolivia y Chile.  

Sin embargo, flujos migratorios más recientes del siglo XX entre estas dos naciones fronterizas, así como los efectos que han tenido sobre la reconfiguración del tejido social, percepciones y prácticas de los emigrados y su relación con el ciudadano chileno, son problemáticas poco profundizadas. De acuerdo con Gonzales (2008) se considera que el grupo humano migrante con mayor antigüedad histórica presente en el norte chileno es el boliviano, particularmente de origen étnico aymara y predominantemente rural, de acuerdo con el autor fue el capital social que se integró y asimiló paulatinamente a la sociedad chilena sin abandonar drásticamente su identidad cultural. Es aceptada la preexistencia de población autoidentificada como boliviana antes de la guerra del Pacífico y que el territorio del norte pase a jurisdicción chilena, que habría mantenido esta identidad nacional, así como sus lazos y redes de parentesco en Bolivia. A inicios del siglo XX se da cuenta de un incremento significativo en el flujo migratorio boliviano hacia el norte chileno, entre 1910 y 1930, impulsado por las condiciones laborales favorables del proceso de modernización chileno, el establecimiento de ciudades como Antofagasta, Calama y Chuquicamata principalmente, así como el atractivo que generaban las obras de construcción de la infraestructura ferroviaria, la demanda de mano de obra poco calificada, la minería, el comercio y la agricultura en la región, que favorecieron el asentamiento de estas redes y lazos sociales, que  en lo posterior fueron declinando paulatinamente (Gonzales, 2008).

A lo largo del siglo XX la migración de bolivianos hacia Chile se caracterizó por ser de tipo temporal y basada en redes familiares extendidas, en movilidad permanente entre origen y destino, la dinámica migratoria de bolivianos, peruanos y argentinos, se intensifica nuevamente a finales de siglo y el advenimiento del siglo XXI, enmarcándose en circuitos migratorios referentes a las interconexiones fronterizas entre estos países (Lube-Guizardi & Garcés, 2013). De acuerdo con Marcela Tapia, la migración boliviana se vuelca hacia la Argentina desde mediados de los años cincuenta, no será hasta después de 1975 (entra en vigor la Ley de Extranjería chilena) que los desplazamientos de bolivianos hacia el norte de Chile se volverán a intensificar, distinguiéndose dos tipos de migrantes: los de procedencia rural y pertenencia étnica indígena, por un lado, y los migrantes bolivianos de procedencia urbana, todos en busca de oportunidades carentes en el país de origen.

 Desde los años noventa Chile se consolida como un destino atractivo para los migrantes sudamericanos, por su particular articulación entre frontera - mercado laboral - marco jurídico, que promueve un espacio circulatorio en esta historia reciente, insumos teóricos para comprender la movilidad migratoria fronteriza boliviano-chilena en un ámbito transnacional[2], enfocado en la movilidad, residencia y factores económicos (Tapia, 2015). Hasta aquí los estudios migratorios han abordado las percepciones e imaginarios del migrante boliviano que manifiesta el chileno muy vinculadas a una imagen de individuo de origen étnico y rural que engrosa la fuerza de trabajo de las industrias asentadas en el norte del país.

El presente articulo aborda al migrante boliviano de clase media en Chile que está fuera de todo foco: urbano, profesional, que también se ve impulsado a inmigrar por una serie de factores, que analizaremos a partir de una mirada antropológica e histórica, recurriendo a sus testimonios de vida para comprender sus narrativas y memorias orales en torno a los propios imaginarios y percepciones del chileno sobre el migrante boliviano.

Esta “migración vecinal” de bolivianos hacia Chile se intensifica en el último tercio del siglo XX, incrementándose con el establecimiento de la democracia en Chile a partir de los años noventa y captando a los migrantes de la región debido a las desigualdades económicas entre este país y sus vecinos, los migrantes bolivianos amplían su presencia desde el norte hacia el centro y sur de Chile. Como advierte Rein, los migrantes bolivianos son en alguna medida rechazados por la clase trabajadora chilena ya que se constituyen en una “competencia desleal” en el ámbito laboral, ya que están dispuestos a aceptar cualquier condición de trabajo, aunque esta no sea legal, además realizan trabajos que la población nacional no quiere realizar. Según la autora hasta la primera década del siglo XXI el flujo migratorio de los bolivianos hacia Chile se mantuvo estable. Chile es percibido por sus vecinos bolivianos y la región como un país desarrollado, del primer mundo, industrializado y que ofrece estabilidad y oportunidades de mejorar la calidad de vida familiar (Rein Venegas, 2007). En los últimos quince años se ha convertido en principal receptor de migrantes de la región sudamericana y en esta década ha pasado a ocupar el segundo puesto en el listado de países desde los que se envían remesas a Bolivia[3], indicador de la importancia que nuevamente ha cobrado entre las elecciones de destino de migrantes bolivianos de clase media.

Es difícil hoy en día delinear un solo concepto categórico de clase media en Bolivia, pues a lo largo de su historia el país ha transformado sus identidades sociales según tendencias de las teorías del desarrollo imperantes y con sus matices político-ideológicos cambiantes, hablar de una clase media migrante en el espectro social boliviano de hoy en día es referirse a ese segmento de la sociedad cuyos esquemas se configuran en torno a su origen geográfico urbano, acceso a educación de calidad, situación económica relativamente estable en correlación a su ocupación/profesión/oficio, en condiciones de satisfacer sus necesidades básicas, con una identidad anclada en el mestizaje y cierto nivel de participación política en la sociedad, ocupan espacios económicos y simbólicos propios, por mencionar algunos factores, otros consideran elementos como el fenotipo, apellido, etc.  (Villanueva R., 2020). Sin entrar en mayor debate sobre la categoría de clase social en Bolivia, me detendré a centrar mi atención en este grupo de personas que habiendo nacido y vivido en un sistema sociocultural y económico que  le posibilita el acceso a educación, medios de producción, cuenta con emprendimientos propios y mantenía un nivel de vida estable, se ha visto afectada negativamente en estos últimos quince años por políticas económicas vigentes y el autoritarismo, empujados hacia una perpetua espiral de informalidad y empobrecimiento, disminuyendo su calidad de vida y limitando sus libertades democráticas, por lo que no han visto otra alternativa más que migrar para salir de la pobreza.

 

Representaciones e imaginarios modernos del migrante boliviano en Chile, permanencias y cambios en el tiempo

De acuerdo con Díaz y Jiménez, las representaciones e imaginarios son herramientas teóricas conceptuales que posibilitan la exploración de estructuras y mecanismos de significaciones dinámicas, que pueden estar o no en disputa, conflicto, acuerdos, de las que emergen sentidos y acciones, subjetividades y materialidades. En los procesos migratorios estas representaciones e imaginarios están estrechamente vinculados a los procesos mentales de construcción de sentido y significados, que se expresan en las verbalizaciones y conductas o comportamientos individuales y colectivos.

Las representaciones sociales aglutinan todo lo que el ser humano interpreta y piensa sobre su realidad cotidiana, en el proceso migratorio resultan del ejercicio reflexivo, auto crítico, sobre las condiciones de vida en el lugar de origen en contraste con las del destino (Diaz & Jimenez, 2022). El imaginario es aquella facultad creadora que permite simbolizar, funciona a la vez como conector por el cual se erige toda representación humana, está constituido por el conjunto identitario, mitos, símbolos, creencias, relatos, imágenes, íconos, palabras, entre otros componentes (Santiago, 2013). Por una parte se hace evidente la existencia de un imaginario migratorio que hace atractivo a Chile como destino entre sus vecinos regionales, que se constituye de ideas e ideales compartidos por la comunidad en movilización respecto a: oportunidades laborales, acceso a mejores condiciones de vida, condiciones normativas y legales que presentan ciertas alternativas hacia una estadía legal, aspectos que inciden directamente en el repertorio migratorio y las estrategias por las que se optan para alcanzar objetivos. En contraparte, la presencia del migrante boliviano y su integración a la sociedad chilena, se ha visto permeada por imágenes referentes a un ser exclusivamente altiplánico sumido en pobreza, sin educación formal y dispuesto a realizar cualquier tipo de trabajo, es una representación o figuración histórica del migrante boliviano que ha estado presente a lo largo de la historia chilena.

Representaciones e imaginarios del migrante boliviano de clase media en la memoria histórica oral y sus narrativas contemporáneas



Es escaza la información respecto a las representaciones e imaginarios en torno al migrante boliviano en Chile, este tema no ha despertado mucho interés entre las disciplinas sociales y se plantea su abordaje a partir de la antropología histórica, que se define comúnmente como el estudio científico del pasado histórico de las poblaciones o comunidades humanas, que a su vez puede ser investigada bajo distintos enfoques. Así la antropología histórica comprende no sólo el pasado sino la historia inmediata, los procesos de comunicación y cultura contemporáneos, las formas de su reproducción y transmisión, entre otros aspectos.

De acuerdo con Prat, las historias de vida generalmente constituyen el relato de ciertas personas sobre su experiencia individual, en su gran mayoría son excepcionales, o, en otras palabras, son aquellas personas que reflexionan sobre la experiencia vivida dentro de una determinada sociedad y cultura. La historia de vida provee un extenso registro de la vida de una persona, que puede ser presentado por la misma persona, o por otra y en algunos casos por ambos, ya sea de manera escrita u obtenida mediante entrevistas. Partir desde las historias de vida personales, la memoria oral de las y los migrantes bolivianos de clase media, implica explorar sus narrativas del pasado, presente y futuro (Prat, 2009).

Las narrativas son modalidades del pensamiento y ordenan la experiencia en una realidad dinámica que trata con intenciones, acciones, vicisitudes y consecuencias que marcan su curso. Los relatos insertos en las narrativas migrantes proveen dos escenarios, uno centrado en la acción y otro en la conciencia. El primero se enfoca en lo que hacen los sujetos en situaciones particulares, el segundo en lo que involucra acerca de lo que se sabe, se piensa, se siente o no se sabe, no se piensa y no se siente, lo que se representa y se imagina. Los dos escenarios son imprescindibles y distintos. El significado que se atribuye a los eventos en un relato migratorio reflejará las expectativas y el entendimiento que se logra en la participación en un nuevo mundo social y moral distinto al lugar de procedencia. Las narrativas median en la emergencia de las construcciones de la realidad y son vehículos poderosos en la socialización de representaciones, valores y visiones del mundo entre quienes comparten un espacio sociocultural y un proyecto migratorio (Mariezkurrena, 2019).

Dicho esto, la problemática que nos ocupa en el presente artículo es de naturaleza subjetiva, ya que planteamos abrir una línea de investigación sobre las representaciones e imaginarios del migrante boliviano de clase media a partir de las narrativas y reflexión de las experiencias y memorias de dos casos concretos, el primero, se remite a la vivencia de una inmigrante boliviana que llega a Chile durante la década de los años ochenta en plena dictadura militar y lleva cerca de cuarenta años residiendo allí, el segundo caso, la mirada reciente y fresca de un boliviano que se encuentra en proceso de movilización migratoria hacia Chile y ha trazado una estrategia de migración determinada (los entrevistados han solicitado usar pseudónimos en el artículo). De estas narrativas recopilamos y contrastamos los contextos social, económico, político y migratorio de dos épocas distintas y no tan distantes, en las que retrataremos lo que significó y significa ser migrante boliviano de clase media en Chile, así como los imaginarios positivos o negativos a los que se vieron y ven enfrentados en el proceso de integración con la sociedad.

Ser mujer boliviana e inmigrar durante tiempos de Dictadura Militar, testimonios de vida y memoria oral de una inmigrante

Ella es María, paceña y boliviana de 67 años, vive en Chile hace casi cuarenta años, se casó con un chileno y tuvieron hijos nacidos en Bolivia, llegado cierto momento y por motivaciones familiares, deciden trasladarse a Chile y se establecen en el sur del país a mediados de los años 80’s, en ese momento y contexto histórico en la región latinoamericana se atravesaban por álgidos procesos de transformación política y económica[4] (Aceituno & Rubio, 2020). Manifiesta que cuando inmigró era muy joven, estaba en sus treintas y con dos niños pequeños. “Me vine a vivir a Chile el año 1984, en plena dictadura, me vine porque me casé con un ciudadano chileno, tuve hijos en Bolivia, dos hijos, y él no estaba grato allá, entonces él amaba a su tierra, a su patria y por esa razón nos vinimos a vivir a Chile. Sabia en términos generales que era un mejor país para vivir, un país que había tenido industria en aquellos años antes del golpe, que tenía harta industria nacional, ósea industria chilena, que tenían otro tipo de mentalidad, la mentalidad mucho más abierta que la boliviana y bueno eso, muy poco, porque era muy joven, nunca me había imaginado irme de Bolivia. Al principio llegamos a Santiago, fuimos a Valparaíso. Inicialmente lo que yo quería era vivir en Viña o Valparaíso, porque en Valparaíso yo tenía una amiga muy querida y cercana, su mamá y su familia. Entonces era estar cerca de alguien conocido… las personas siempre necesitamos del apoyo de alguien que nos conozca” (Maria, 2023). Se establece en la región del Bío Bío, en la ciudad de Concepción[5], donde permanece junto a su familia nuclear, actualmente cuenta con la residencia indefinida y finalmente se encuentra viviendo en Puerto Natales, como ella indica “el fin del mundo”.

María indica que las motivaciones para migrar a Chile en ningún momento fueron de orden económico, pues ella proviene de una familia acomodada en Bolivia, de clase media, con empresas de hostelería y gastronomía bien establecidas en La Paz, con las condiciones como para solventar las necesidades de ella y su familia, manteniendo un nivel de vida estable. Cuenta con estudios y un nivel educativo elevado, relata que durante los primeros años de residencia en Chile no se vio en la necesidad de trabajar y se dedicó a la crianza de sus hijos pequeños, en tanto su esposo fue el proveedor del hogar.

En su percepción sobre el chileno enfatiza su carácter amable y afectuoso. Al llegar en calidad de migrante a la región sur del país en esa época, se encontró con una realidad en la que la presencia de extranjeros era casi nula y el estigma del boliviano, vinculado negativamente a la producción y consumo de cocaína: “cuando yo llegué había un estigma para los bolivianos…como que siempre éramos todos adictos a las drogas, a la cocaína, eso era hace más o menos poco de cuarenta años…entonces me preguntaban a mí la gente que me conocía si yo había traído de la blanca y yo no sabía qué era eso, no tenía ni idea…” (Maria, 2023), esto debido a la imagen que posiciona Bolivia ante la comunidad internacional durante la década de los setenta y ochenta a raíz del crecimiento del narcotráfico y su encubrimiento por parte de los gobiernos dictatoriales, particularmente de Luis García Meza, que se sostenían de su financiamiento. Esta actividad ilícita se ha enquistado en el territorio y ha sofisticado sus mecanismos de acceso al poder e impunidad desde entonces, mellando y degradando la imagen internacional de las y los migrantes bolivianos (Cardozo, 2022).

En el imaginario chileno de entonces, la mujer boliviana referente era solamente la mujer aymara que viste manta, pollera larga y sombrero borsalino, según relata anecdóticamente María,  su persona resultaba confusa y desconcertante a la mayoría de la población chilena, ya que no encajaba en el imaginario común compartido, por su modo de vestir acorde a la moda urbana de la clase media de la época, su modo de expresarse y su dicción del castellano, así como su nivel educativo, que en muchos casos le valió ser confundida con Profesora o Maestra. Según relata, no había una identificación directa de su procedencia y nacionalidad boliviana, a menos que ella misma provea de esta información. En ese momento el boliviano era percibido por la población chilena como el indígena andino, construyéndose esta imagen del “indio altiplánico” alrededor de una unívoca identidad en el imaginario chileno.

Vivir en Chile como inmigrante boliviana durante la dictadura militar significó para María sentir el terror en carne propia, las condiciones para ingresar al país fueron mucho más severas y controladas, según relata “en la petición de Visa ahí te hacían firmar expresamente un documento que decía que si tú te metes en política serás deportado ipso facto, inmediatamente. Eso estuvo vigente hasta que terminó la dictadura”, durante esos años se mantuvo al margen de cualquier afiliación o activismo político, según recuerda la noche fue el espacio de intimidación del régimen militar hacia la población que rondaba calles dando disparos cuando se decretaba toque de queda.

Al consultarle si en su experiencia fue un agravante en sus condiciones de vida ser migrante, mujer y boliviana, resumió que no le afecto en nada su condición de género, es más, tuvo una percepción positiva de la importancia laboral de la mujer chilena en el aparato productivo nacional: “cuando yo llegué la mayoría de las mujeres trabajaban, pero no tenían mucha incidencia porque sus sueldos son menores siempre, como en todas partes del sistema machista. Trabajaban, eran jefas de hogar, porque muchos hombres las dejaban, las abandonaban y entonces no era una obligación el pago de pensiones alimenticias, si era buena persona el hombre daba plata si no, no, y la mayoría de las mujeres trabajaban y eran jefas de hogar y eso era lo que más me llamaba la atención porque era otra cultura, otra forma de vida, todo eso, y también eso me dio un ímpetu para seguir siendo yo, ir creciendo y desarrollarme”. Afirma que su matrimonio fue desigual y conflictivo, que hizo todo lo posible por seguir adelante y brindarles a sus hijos mejores oportunidades, porque su mayor anhelo era que ellos terminen sus carreras y puedan vivir libremente. No fue hasta que se promulgó la ley del divorcio que pudo iniciar su proceso de divorcio y separarse, entre los años 2005 y 2009.

María cierra su testimonio con una declaración: “Chile se ha convertido en mi segunda patria, es el hogar de mis tres nietas y en este punto de mi vida, habiendo considerado retornar varias veces, por diferentes razones, ya no volvería a vivir a Bolivia pues la situación actual no me permite mantener el nivel de vida al que ya estoy acostumbrada” (Maria, 2023).

¿Qué le deja Chile a María? “El aprendizaje de que una tiene que luchar, donde sea que se esté, se tiene que luchar igual… y la fuerza femenina”, con mucha convicción afirma que el sometimiento femenino casi no existe en Chile hoy en día, que son muy pocos los casos. Manifiesta que en Chile aprendió a vivir, a flexibilizar la mente, aprender otra forma de vida, a disfrutar de otra forma, a creer que se puede lograr lo que uno quiere, porque las circunstancias también han sido muy diferentes, que hoy en día los migrantes son movidos por la necesidad económica, porque no hay trabajo, faltan oportunidades y en países como Bolivia existe una profunda pobreza, miseria y desigualdad.

Ser boliviano y migrar a Chile hoy

Él es MAD, 49 años, nacido en La Paz, Bolivia, tiene dos hijos y es casado. Lo primero que le preguntamos es ¿por qué razones estas migrando ahora hacia Chile?, a lo que su respuesta es “por mi familia, no tenemos trabajo a pesar de que somos profesionales, mi esposa y yo hemos culminado nuestras carreras y a pesar de ello no tenemos trabajo, la mayoría de profesionales en Bolivia hoy no tienen trabajo, están haciendo de: comerciantes, taxistas, vendiendo repostería, haciendo todo lo que se puede para salvar la crisis económica que atraviesa la clase media, que en Bolivia hoy está sufriendo mucho” (Mad, 2023), lo que se señala aquí es que en los últimos diez años muchos bolivianos, jóvenes profesionales, que se encontraban insertos en el aparato productivo del país, fueron perdiendo el acceso a las fuentes laborales e ingresando a la informalidad[6], que hoy en día es la principal actividad económica de los bolivianos.

MAD en su vida ha viajado y recorrido mundo, conoce varios países latinoamericanos y europeos, a Chile ha viajado en más de ocho oportunidades desde su infancia y juventud porque tiene familia allá, por lo tanto, se ha ido familiarizando con la cultura chilena y no es hasta el presente que contempla la migración como alternativa de vida. Reconoce que en sus viajes de visita no había conocido otros bolivianos allá, conoce y ha visto una fuerte presencia de migrantes bolivianos en el norte, “comerciantes, cholitas, personas que están yendo por comercio o a trabajar a la zafra, en la mina, pero en las regiones del sur nunca he visto bolivianos…hoy que he migrado no he visto presencia de bolivianos donde he estado, más bien si he visto a bastante colombiano, venezolano y haitiano, que manifiestan un cierto compañerismo entre migrantes, te ayudan, te dan algunos consejos, hay cierta colaboración…hay bastantes peruanos también, igual es en el norte, es donde más se concentran los migrantes ahora en Chile”. En su percepción la presencia de esta masa de migrantes también ha acarreado consigo situaciones de inseguridad, desorden, suciedad, violencia y caos, particularmente en el caso de Arica, ha cambiado mucho el paisaje en el norte chileno en estos últimos quince años.

En la experiencia de MAD, la sociedad chilena y sus ciudades son sinónimo de orden, son personas con educación y cultura ciudadana, se respetan las normas de vialidad, el aseo y se agradece la demostración de valores positivos como el saludo, la amabilidad y la cordialidad. “Al hablar con los chilenos me di cuenta que son personas muy ordenadas y respetuosas de las normas. Agradecen que uno sea educado…cuando me conocían y hablaba con ellos no me reconocían inmediatamente como boliviano, pensaban que era de cualquier otro país…ellos piensan que el boliviano es esa persona…el campesino, la cholita, que van a comerciar, trabajar en la zafra, que tienen su forma de pensar, hablar y de ser nuestros compatriotas, entonces todos los bolivianos son así,  altiplánicos[7] dicen allá…”, el imaginario del boliviano más allá de las fronteras permanece vinculado a las idealizaciones del indígena en situación de pobreza, país subdesarrollado y atrasado, imagen que se ha exportado y explotado efectivamente por la clase política durante décadas, es una construcción que responde a una narrativa que explota la miseria para atraer la atención y el auspicio de la agenda de organizaciones internacionales en las que pueda insertarse y seguir accediendo a créditos para la deuda pública, sin importar el color del partido político que gobierne el país[8].

Entre las principales dificultades que han enfrentado en su proceso migratorio los entrevistados están el lenguaje, cargado de modismos y una particular forma de entonación que tiene el chileno, el acento, que el mismo chileno reconoce como un idioma propio, entre broma y broma MAD recuerda que sus compañeros de trabajo le decían que “en Chile se habla chileno”. Otro aspecto es el factor climático, en las regiones del norte se experimentan temperaturas altas extremas y el ambiente es árido, la escasez de agua es una necesidad para todos por igual. En las regiones del centro sur las copiosas lluvias y desastres naturales, inundaciones, incendios, terremotos y sismos, dejan un impacto indeleble en la memoria de quienes nunca los han experimentado, incluso llegan a ser motivo de retorno a Bolivia.

Las motivaciones para mantener la ruta y la estrategia migratoria, en el caso de MAD, provienen de motivos personales muy fuertes y también del ánimo, acogida e impulso que ha recibido de sus colegas y amistades en Chile, asevera: “desde que he llegado hasta que me he vuelto a Bolivia, he sido bendecido, me han tratado muy bien”. Han sido muy pocas las oportunidades y situaciones incomodas que ha vivido en Chile por su apariencia y color de piel morena: “una vez he entrado a una tienda y todos se han callado y me miraban, me miraban, me imagino que están tan susceptibles por la situación de inseguridad y violencia, tantos robos que hay allá, que estarían esperando que les asalte, pero luego de un par de veces que fui al mismo lugar y me escuchaban hablar ya me reconocían y no desconfiaban…también cuando estuve trabajando en un restaurante y hacia las compras, en la carnicería del Súper 10, los chicos que me atendían ya me conocían, una vez me preguntaron de donde era y les dije que soy boliviano, se rieron y me dijeron que habían estado apostando a ver quién adivinaba de dónde era, porque no daban con mi acento (risas)” (Mad, 2023).  

 Trabajo, actividades económicas y productivas

Según relata María, se inserta en la vida laboral y productiva de la sociedad chilena en el momento que se presenta una necesidad familiar: “la única forma de empezar a trabajar que yo sabía, era de restaurantes, porque mis papás tenían un hotel y restaurant en La Paz…así empezamos concesiones de alimentación, esto pasó hacia finales de los ochentas más o menos” (Maria, 2023), desempeñando diversos roles como la administración, la elaboración de alimentos, bebidas, atención al cliente y manejo de la caja y el personal subalterno. Se desempeñó en el rubro por varios años, con una jornada laboral en la que llegaba a trabajar entre diez a doce horas diarias y combinando su actividad productiva con la crianza de sus hijos, pues toda la responsabilidad recaía sobre sus hombros y no contaba con el apoyo activo de su entonces esposo. Recuerda que durante el tiempo que se dedicó a este rubro fue reconocida en el entorno como “la boliviana propietaria de restaurante”, manteniéndose su oferta de productos en el margen y los límites de aceptación de los consumidores locales que, entonces, no demostraban una apertura hacia la gastronomía de otras nacionalidades. Es así que, según rememora, fue incorporando a su carta platos típicos bolivianos con nombres distintos para que sean aceptados por sus comensales chilenos, por ejemplo, ofertaba el “Falso Conejo” como un “Plato Andino de Carne (lomo apanado con salsa de arvejas y papas cocidas)”. El rechazo a lo desconocido es un sentir común en las relaciones de alteridad. Según recuerda en el caso de los migrantes peruanos ha sido una ardua tarea introducir su gastronomía al gusto de los locales, ganándose un sitio entre sus consideraciones y valoraciones de gastronomía “catalogada”.

En el caso de MAD durante su primera instancia como migrante en Chile ha desempeñado labores como obrero: “trabajaba en una empresa de instalaciones de gas, también trabajé en una empresa de sistemas eléctricos y en un restaurante a cargo del aseo del servicio y compras”, su experiencia como trabajador tuvo como característica que fue de tipo temporal, consiguió incorporarse a la actividad a partir de referencias de amistades y familiares, con el cuidado y la alerta permanente de no ser fiscalizado por las autoridades migratorias chilenas por su status de “turista”. En la percepción del migrante boliviano cualquier fuente laboral disponible o vacante es bienvenida, en contraste con la percepción del chileno, que no ve favorable la situación laboral y económica de su país hoy en día.

En lo referente al costo de migrar, para MAD ha sido necesario erogar un monto económico para trasladarse al destino e iniciar esta nueva fase de su vida, contar con una familia extendida en Chile le ha facilitado evitar el gasto en vivienda. En su estrategia migratoria cotidiana debe hacer frente al cambio monetario, una nueva forma de pensar y manejar la economía, desde la denominación hasta los costos de vida, como la alimentación, vivienda y servicios. El migrante boliviano es consciente de que Chile es un país caro y que allí si se trabaja bien, se gana bien, que para costearse un buen nivel de vida debe al menos alcanzar los mil dólares de ingreso mensual (aproximadamente el equivalente a 856.420 pesos), que le permitirán hacerse cargo de su propia manutención y enviar remesas a su familia en Bolivia, o en otro caso solicitar una reunificación familiar y hacerse cargo de los costos de manutención.

Las expectativas son altas, pues Chile promete mejores condiciones laborales y calidad de vida para el migrante, como relata MAD “si uno es residente en Chile, tienes las mismas oportunidades y acceso que los ciudadanos allá, solo con ser residente extranjero, trabajador, puedes acceder a beneficios como el crédito y en lo referente a mis hijos, veo que es una forma de abrirles las puertas al mundo, en Bolivia no se puede hacer absolutamente nada en este momento a menos que seas funcionario público y tengas tu fuente de trabajo asegurada por el gobierno, con el que yo no estoy de acuerdo. Si tengo la posibilidad de ejercer mi profesión en Chile tengo muchas más expectativas para la calidad de vida de mi familia” (Mad, 2023).

MAD planea retornar a Chile y persistir en su propósito de migrar, si bien reconoce que ama a su patria y tierra, también se ha sentido bien recibido y con posibilidades reales de quedarse, con todos los desafíos que implica. Lamenta que en Bolivia hoy en día no existan mejores condiciones para desarrollarse a nivel personal y familiar, siendo su principal preocupación el futuro de sus hijos.

Familias enteras migran en busca de oportunidades, como relata MAD tiene parientes en Chile, unos residen allá hace ya largo tiempo y otros han migrado recientemente, una de las percepciones generalizadas entre bolivianos migrantes de hoy, es la importancia de mantener el núcleo familiar unido y hacer el esfuerzo de trasladar a la familia completa hacia el destino, en el menor tiempo posible.

En lo referente a la experiencia laboral, sin contar con instrucción y experiencia previa, MAD se ha desempeñado en el rubro de los servicios técnicos de instalación de sistemas de gas y electricidad, viéndose en la urgencia de aprender rápido. Según relata en Chile se exige un nivel técnico medio o superior para desempeñar estas labores, oficios que ha aprendido durante su estadía y valora ampliamente. Realizaba tareas relativas al rubro, desde la adquision de material, el inventario, herramientas, preparación de los materiales para la obra, su transporte y traslado, corte de cañerías de cobre, pintado, manejo de medidas y manipulación de herramientas como sierras, taladros, amoladora, instalación de calefones, aire acondicionado, cables, equipo de protección personal, entre otros.

Entre las tareas que desarrolló, recuerda: “le tomábamos medidas a la resistencia eléctrica de la tierra”, como medida de seguridad, señala que las normas de seguridad en todo tipo de instalaciones son para cuidar a la población, deben cumplirse de manera taxativa, en el caso de instalación de sistemas de gas el inspector del área debe dar el visto bueno para la aprobación de la obra.

“En una oportunidad fuimos a instalar un sistema de gas a una escuela en construcción, la encargada de seguridad de la empresa constructora nos indicó que nos iban a hacer una inducción laboral, al escuchar mi acento dijo que también me pedirían mis papeles en regla, por lo que tuve que perder varios días de trabajo y mis ingresos económicos, por mi visa de turista. Era una preocupación constante que no me atrapen trabajando o algo por estilo” (ibidem).

Sobre el tema de la seguridad en el trabajo recuerda “en una oportunidad trabajando en una pizzería de un chileno, que atendía a obreros de la zona, se incendió la cocina, y yo decía dentro de mí: por favor Dios mío que no llamen a la policía, porque si no me van a deportar” (Marcelo, 2023). Otra experiencia que recuerda también se remite a la misma pizzería, aconteció el asalto a un joven en puertas del local: “uno de los asaltantes dejo caer la mochila robada en la puerta, la víctima fue tras él para recuperar sus pertenencias, las personas en el lugar me decían que llame a la policía, yo estaba solo en la pizzería, cuando llego la víctima a recoger su mochila se la entregué, le aplaudimos, lo abrazamos y felicitamos porque consiguió someter al ladrón y recuperar su teléfono celular. Dentro mío cuando llego la policía solo atinaba a pedir que no me pregunten nada” 

Nuestro entrevistado percibía un salario mínimo, con un horario laboral de ocho a doce horas diarias, sin ningún tipo de registro o control de sus asistencias diarias, contaba con una relación basada en la confianza y la buena fe, le realizaron el pago de sus servicios de manera diaria y quincenal. Siempre buscó generar más recursos con otros trabajos extras, solicitaba trabajo en cada oportunidad que se presentaba, al tener esta situación en cuenta uno de sus contratantes chilenos, también le colaboraba buscando un trabajo de tiempo extra, le introducía y contactaba con sus allegados y clientes. En su testimonio resalta el hecho que los ingresos que generó durante el tiempo que permaneció en Chile son el equivalente al salario que percibe un profesional en Bolivia, equivalente a 500$us (dólares americanos), una parte destinaba a remesas para su familia en Bolivia y la otra para su manutención. No contar con papeles y una situación migratoria regular dificulta mucho la obtención de más fuentes laborales: “he buscado en negocios, en tiendas, en supermercados, en edificios, en todo lado al que iba pedía trabajo para los fines de semana, nunca me han dicho no, me han tomado mis datos y les he hecho llegar mi hoja de vida, pero no tener papeles me limitaba mucho. Cuando veían mi experiencia y formación profesional, no me cerraban las puertas inmediatamente".

 Las instituciones chilenas y el migrante boliviano

La presencia de otros extranjeros en la región del Sur, según relata María, fue muy escaza. Recuerda que cuando se aproximó a regularizar sus documentos migratorios a las oficinas de la Gobernación Regional eran cinco personas aguardando su turno: “un cura, una monja, yo, un agregado cultural extranjero y otro extranjero…éramos pocos, muchos años los extranjeros éramos pocos en Concepción”,  según recuerda aún funcionaba una oficina del Consulado boliviano que fue cerrada en el siguiente cambio de gobierno boliviano, dejando como único punto de atención la oficina en Santiago y obligando a los residentes a desplazarse hasta allí para realizar sus trámites. María indica que en el tiempo que reside en Chile el Consulado boliviano no le ha servido de nada, la atención de instituciones migratorias bolivianas hacia sus súbditos en Chile deja la imagen de abandono estatal del migrante. Por otra parte, tratar con las instituciones migratorias chilenas en calidad de residente resulta un proceso  organizado y eficiente.

En los hechos la cualidad de residente, sea por un plazo temporal o indefinido, posibilita el acceso a los mismos beneficios y obligaciones que goza el ciudadano chileno.

Como señala MAD, en su experiencia ha sido cordial el trato con las instituciones chilenas y sus funcionarios, las normas y sus procedimientos son percibidos como procesos tácitos, claros y operables, que no deberían ser difíciles de cumplir ni para los migrantes, residentes y ciudadanos. Cabe señalar que existe una percepción distinta del migrante boliviano que conoce y se ha informado sobre las normas chilenas, que difiere de aquel que desconoce e ignora las mismas, esto se ve sobre todo en el trato en los pasos fronterizos. Según relata MAD cuando regresaba de Chile a Bolivia, antes de llegar a la frontera, un operador del Bus boliviano en el que viajaba, le requirió “shu papelito PDI[9]” (haciendo referencia a la Tarjeta de Turista que se extiende a los extranjeros a su ingreso a Chile), documento que había extraviado, y recriminándole le indicó: “te vash a quedar aquí o vas a pagar dos mil dólares para pasar”. En las oficinas de migración de la frontera Chungará, al conversar con el oficial de migración de la PDI y explicarle la situación, le dejaron pasar sin ninguna objeción o sanción. “Los comerciantes y cholitas que viajaban en el mismo bus conmigo, se extrañaron y me preguntaron: ¿cómo has solucionado joven? A nosotros no nos dejan pasar, una vez me han hecho volver a Arica. Claro, es que ellos de acuerdo a su humor tratan a la gente, o te miran la cara, abusivos son. Eso me decían asombrados” (Mad, 2023), brindando un claro testimonio de las desigualdades en el trato y percepciones de la autoridad chilena, entre uno y otro boliviano en tránsito.

También ha percibido que en ciertas instancias se han practicado trabas al curso regular de ciertos trámites, ya sea por vacíos legales o amparados bajo excusas administrativas, que han ralentizado la atención a migrantes, por ejemplo, durante el proceso de censo de migrantes en situación ilegal, se suspendió toda atención en oficinas migratorias de Gobernaciones Regionales por casi dos meses. Hoy en día por las modificaciones al reglamento de la Ley de Extranjería y como respuesta a la crisis migratoria, no es posible aplicar a una residencia temporal dentro de Chile, se debe iniciar el trámite desde el país de origen del aplicante.

La percepción entre inmigrantes bolivianos en Chile es positiva en lo que se refiere al sistema educativo, los niños se adaptan fácilmente a la escuela, la recepción y el trato de sus compañeros y maestras/os es buena. El sistema es favorable a la inmediata incorporación de estudiantes y garantiza los derechos y beneficios de los migrantes menores de edad independientemente de su status migratorio, lo cual es apreciado y valorado por la comunidad boliviana.

Existe consenso común y general sobre la percepción temerosa del chileno hacia el boliviano basada en el “resentimiento marítimo”, un remanente de la Guerra del Pacífico que es como un fantasma que ronda el imaginario colectivo entre ambas naciones. En Bolivia en los últimos 14 años se ha intensificado el discurso chauvinista de la pérdida del Litoral y su uso con fines políticos en actos públicos, en los contenidos curriculares educativos, en actos cívicos y diplomáticos, generando en el imaginario colectivo de los sectores populares una imagen negativa del chileno, hasta el presente muchos políticos bolivianos incorporan y divulgan en sus discursos la idea de que  la pérdida del litoral es la causa del atraso económico y social de Bolivia, sin ningún asidero ni fundamento. Por lo tanto, hacia afuera, la ciudadanía chilena recibe este manifiesto resentimiento del pueblo boliviano expresado en sus gobernantes de turno, desprovistos de conciencia histórica crítica, con un cierto tono de agresión y amenaza. El caso de MAD nos ilustra bastante bien esta situación pues comenta que sus compañeros de trabajo en Chile, obreros del sector industrial, le manifestaron en más de una oportunidad su temor de ir a conocer Bolivia porque consideran que pueden ser agredidos o rechazados de alguna manera, por su puesto basándose en esta imagen y narrativas que se proyectan desde las esferas políticas bolivianas.

Curiosamente la cara simpática, moderna, amable e internacional de Bolivia en el imaginario chileno está representada por la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, que se ha construido y ganado un sitial entre las metrópolis sudamericanas progresistas, modernas e industriales que lidera el crecimiento urbano en el país y se ha situado en lugares importantes a nivel regional (CADECOCRUZ, 2023). La capital cruceña no solo provee de esta imagen internacional de capital financiera e industrial de Bolivia, que es bien recibida entre el chileno de a pie. Santa Cruz es también una ciudad asociada a la belleza boliviana, para los chilenos la mujer cruceña representa el ideal de mujer boliviana, valorada dentro de los cánones estéticos occidentales modernos[10].

 Conclusiones

¿Qué diferencias y cambios se evidencian entre migrar a Chile hace cuarenta años atrás y hoy en día? Según la experiencia de María, las condiciones antes eran mucho mejores, la poca presencia de extranjeros y el bajo flujo migratorio que mantuvo Chile entre los ochentas y noventas posibilitaban a los inmigrados acceder a trabajos en condiciones dignas y justas. Comenta que hoy en día la situación económica de países como Bolivia, Venezuela y otros de la región Sudamérica es insostenible, impulsando la migración. Es un desafío migrar hoy en día, se vive mucha desesperanza y necesidad, por lo que la situación de los migrantes bolivianos es de mucha vulnerabilidad ante la delincuencia, crimen organizado, explotación y servidumbre. La disposición del boliviano independientemente de su situación legal es aceptar cualquier fuente laboral y las condiciones que se le presenten, sobre todo en las regiones del norte y centro de Chile, esto ha despertado dos percepciones del chileno hacia el boliviano migrante, por un lado está la idea de que es un trabajador esforzado en Chile y un ciudadano poco esforzado en su país natal, el boliviano migrante mantiene un perfil bajo (no es “bullicioso o escandaloso” como sus pares caribeños, “bochincheros” como diría el chileno) y se integra fácilmente a la sociedad como mano de obra barata.

Por otro lado, está la imagen negativa que persiste en su asociación al narcotráfico, contrabando, crimen organizado y se le considera como una amenaza a la fuente laboral del obrero chileno, lo cual dificulta mucho a un boliviano con intenciones de encontrar una fuente laboral estable, en condiciones justas, acceder a una vivienda, así como otros bienes y servicios.

Entre las expectativas y ambiciones que se plantea el migrante boliviano que va a trabajar al norte de Chile, se inclinan hacia la “migración circular, temporal y transitoria”, pues se hace manifiesto cierto grado de resistencia a la total asimilación en la sociedad chilena, impulsada por las desigualdades que experimentan en la transición de realidades, el anclaje afectivo al lugar de origen y sus estructuras de pensamiento (Garcés, Leiva, & Comelin, 2021).

Otras estrategias migratorias, como la manifestada por MAD, se inclinan hacia la consecución de una residencia definitiva e incluso la aplicación a la ciudadanía como medio para alcanzar una mejor calidad de vida familiar, oportunidades educativas, laborales y acceso irrestricto al mundo moderno global.

Existe un peligro latente basado en el desconocimiento de las normas chilenas, pues muchos migrantes bolivianos pueden caer en delito por esta situación, se percibe que las normas migratorias y otras van cambiando constantemente, por lo que estar desinformado resulta peligroso. Por parte de los migrantes bolivianos que han regularizado su status migratorio o están en proceso, el trabajo de búsqueda de información es individual y se perciben ciertas trabas al momento de procesar los trámites migratorios, ya sea por la desinformación, falta de asesoramiento directo y otros escenarios que aparecen ante la percepción del migrante como formas en que se busca el desistimiento de la residencia.

La imagen negativa del boliviano persiste hasta hoy  y ha cobrado mayor fuerza, expandiéndose rápidamente de norte a sur y a lo ancho del territorio sudamericano,  el agravio es mayor aun por la persistente asociación al crimen organizado y la trata de personas, presencia de bandas delictivas de redes de contrabando de autos robados en complicidad con autoridades bolivianas, así como el tráfico de drogas y lavado de dinero. Ardua es la labor del migrante y el residente boliviano que debe desmontar esta mala reputación en la sociedad chilena.

Los relatos y narrativas de migrantes guardan información valiosa y de gran interés para comprender las percepciones e imaginarios, constructos sociales y culturales que subyacen a las dinámicas migratorias, así como sus permanencias y transformaciones en el tiempo y el espacio. Los testimonios y casos que exponemos en el presente articulo son la piedra de lanza para abrir y profundizar en temas relacionados a la construcción de las identidades contemporáneas dentro y fuera de Bolivia, de sus sujetos en movilidad hacia países vecinos o distantes, como el caso de Chile, estas percepciones e imaginarios están también mediados por las relaciones históricas de nuestras sociedades, las profundas desigualdades actuales entre nuestros Estados, las mismas necesidades y problemáticas a las que nos vemos enfrentados, así como las formas en que respondemos y nos adaptamos.

Mas allá de los Estados y fronteras, las sociedades boliviana y chilena se tienden lazos, se transforman las relaciones colectivas e individuales y, como hemos evidenciado, hay ciertos imaginarios que entran en acuerdo o disputa en diferentes momentos históricos y lugares geográficos. Existen prejuicios que tienden a ser constantes en ambas partes, las alteridades entre el boliviano y el chileno salen a la luz posturas que no son irreconciliables y quedan más en el plano discursivo y su instrumentalización política circunstancial.

El trabajador boliviano goza de valoración positiva en la sociedad chilena, mejorando sus posibilidades y oportunidades al contar con una formación superior y educación. Por lo general las segundas generaciones de migrantes bolivianos que culminan educación secundaria exitosamente tienen la posibilidad de acceder a formación superior, si bien no es una gran cantidad, pero ya se está conformando un segmento social de chilenos-bolivianos profesionales que tienen acceso a un buen nivel de vida. En la medida que se encuentren acuerdos entre las configuraciones y estructuras con las que carga el migrante en su mochila cultural y las del lugar de destino, se adaptará mejor al cambio, en esa medida en que encuentre sentido y norte a su nueva situación y realidad, se verá fortalecido en su nueva configuración identitaria, sin abandonar su historia personal, ni su propósito de vida.

Esperamos que este artículo contribuya a abrir el debate en torno a estas problemáticas, así como insumos para su análisis y reflexión desde la mirada del sujeto migrante y sus particularidades, recuperando el valor de los testimonios e historias de vida de procesos de data reciente, que se están configurando y reconfigurando permanentemente.


Atribución: radio.uchile.cl 2022, proceso constituyente.



https://www.migracionenchile.cl/poblacion/





[1] Antropóloga, UMSA, La Paz, Bolivia. E-mail: antoherrera.loayza@gmail.com

[2] En las ciencias sociales latinoamericanas es a partir de la segunda mitad del siglo XX que se pone el foco en los estudios migratorios centrados en los espacios fronterizos, aportando insumos interesantes sobre la construcción de la otredad, la discriminación, la asimilación cultural, la percepción, representaciones e imaginarios sociales,

[3] Según señala el Banco Central de Bolivia, el principal país de origen de las remesas el 2021 fue España (34%), de donde se recibieron 478 millones de dólares, seguido de Chile con 292 millones (20,9%); EEUU con 288 millones (20,6%), Argentina con 69 millones y Brasil con 63 millones de dólares.

[4] De acuerdo con Aceituno y Rubio (2020), el inicio de un nuevo orden mundial y grandes eventos a nivel sudamericano como la devaluación monetaria, la falta de empleos y la transición de dictaduras militares hacia gobiernos civiles, que dieron pie a grandes cambios en las dimensiones económica, social y cultural del cono sur. A mediados de los años ochenta en Chile se atraviesa por el debilitamiento del gobierno militar dictatorial de Pinochet y en Bolivia se atraviesa por una dura crisis hiperinflacionaria que le tocara enfrentar al naciente régimen democrático.

[5] Según el Censo de población de Chile de 1982 se estiman a 6.298 bolivianos residiendo en todo su territorio, los datos del Censo del año 1992 arrojan un incremento del 22,7%, registrando 7.729 bolivianos, desde entonces se da un crecimiento exponencial periódico, datos recientes del Censo de 2017 da cuenta de la presencia de 73.722 bolivianos con una variación intercensal de 193,1 %. La región de Antofagasta en el norte y la región metropolitana de Santiago concentran la mayor cantidad de bolivianos, más del 90%, y las regiones del sur no concentran ni el 10% (Wikipedia, 2023).

[6] El porcentaje de empleo informal en Bolivia puede que sea uno de los más altos de la región, en 2022 el 90% de los trabajadores bolivianos desenvuelven en la informalidad, sin acceso a la seguridad social, en situación de precariedad, con ingresos muy bajos y por debajo de las líneas de pobreza (Iriarte, 2022).

[7] Bolivia tiene una diversidad de pisos ecorregiones, cada una alberga una gran diversidad de fauna, flora y riquezas minerales: Amazonía, Sabanas o Llanos, Bosque seco Chiquitano, Pantanal, Puna o Altiplano, Chaco, Yungas y Valles. La diversidad también se manifiesta en fenotipos locales, lenguas nativas y rasgos culturales de cada región.

[8] De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística (2022) los datos oficiales arrojan cifras alarmantes, el 11,1 % de la población boliviana se encuentra en la pobreza extrema y el 36,6% en la pobreza moderada.

[9] PDI: Policía de Investigación de Chile

[10] Sin desmerecer el hecho de que en todo el territorio boliviano hay mujeres bellas, pero las mas sobresalientes en la industria son las cruceñas, que ocupan históricamente los primeros sitiales en certámenes de belleza, espacios en los medios de comunicación, empresas de moda e incluso sobresalen en la política. 


Bibliografía

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martes, 23 de enero de 2024

LAS MINIATURAS Y LA FERIA DE ALASITAS

Por: María Antonieta Herrera L.
Investigadora en Antropología Histórica
Coordinadora del Colectivo Tejiendo Futuro



En lo que refiere a las miniaturas, se tiene conocimiento de existencia de miniaturas en todas las culturas del mundo y en diferentes épocas de la historia. Figuras talladas, de origen europeo, de animales y humanos hechas con marfil de mamut, datan de hace entre 40.000 y 38.000 años de antigüedad, las representaciones figurativas a escala se remiten al periodo neolítico en su generalidad. Desde la Edad Antigua, proliferan estas expresiones artísticas y se cuenta con evidencia arqueológica de la existencia de pequeños objetos o artefactos que representan aspectos figurativos de la realidad hechos en diversos soportes, desde piedra, cerámica, madera, hueso, pintura (como China, Egipto, Grecia, Roma, Tiahuanaco[1], Turquía y el medio oriente, por nombrar algunos).

La Edad Media se considera la época de proliferación de las miniaturas, particularmente a la iluminación de manuscritos y libros[2]. Miniatura, proviene del latín miniare, quiere decir colorear con minia o minus, óxido de plomo color rojizo. La miniatura evolucionó a lo largo de la historia adaptando pigmentos variados como el óleo o la acuarela, sobre soportes preciosos, como el cobre, el marfil, el esmalte, entre otros. Es a partir del siglo XVII que se utiliza la voz “miniatura” para designar objetos artísticos o pequeñas pinturas, a raíz de la influencia del uso del término “minúsculo” (derivado de minus) en Europa[3] (Lacarra, 2012).

Figura 1: Epifanía. Misal de San Cugar (Barcelona, ACA, ms. 14, fol. 33). Atribución: Lacarra, 2012


FERIA DE MINIATURAS: LA DINAMICA DE ALASITAS EN LA ERA INDUSTRIAL BOLIVIANA, TRANSICIONES DEL SIGLO XIX AL XX

La feria de Alasitas es una actividad de carácter artístico, económico, religioso y performativo que se lleva a cabo cada 24 de enero en la ciudad de La Paz, Bolivia, con motivo de la celebración de la festividad de Nuestra Señora de La Paz, instituida a finales del siglo XVIII durante el periodo colonial. Es un espacio privilegiado de intercambio y significación de miniaturas[4], en su existencia se han documentado la variabilidad de objetos cotidianos representados a lo largo del tiempo y con ellos innovaciones tecnológicas, técnicas, usos y valoraciones. Las miniaturas son el eje central de la feria de Alasitas, la materialidad que para muchos es representación de deseos, como señala el antropólogo Alfred Gell[5] son representaciones figurativas, agentes sociales, mediadores entre las personas que los producen y quienes los aprecian (Gell, 2016),  objetos que se han significado, clasificado y organizado en función a consensos culturales y formas de pensamiento establecidas en alguna época y lugar.

Desde la segunda mitad de siglo XIX, la feria de Alasitas adopta como característica principal la producción y venta de artículos artísticos, cotidianos e industriales en miniatura y su integración a las Ferias Industriales promovidas por el Estado, concretamente por la Prefectura del Departamento de La Paz y, posteriormente, por el municipio, es la principal preocupación de las autoridades nacionales. El objetivo de las medidas liberalistas como la Feria Industrial y otros espacios o iniciativas, fue mostrar la producción industrial nacional en miniatura, los estándares de calidad de las mismas y premiar a los creadores de las obras[6] (Butrón, 1999).

Durante el final del siglo XIX se vivió en la ciudad de La Paz lo que Butrón denomina, con acierto, como la “época de oro de las miniaturas”, pues los trabajos presentados durante las ferias demostraron tanto innovación como creatividad por parte de sus artífices, todos provenientes de Talleres y Colegios de Artes y Oficios para el caso de los varones y de las Escuelas de Educandas para el caso de las mujeres, donde se impartían especialidades en oficios técnicos diversos (como orfebrería, curtiembre, bordado, grabado, etc.). En este espacio ferial se fomentó la calidad y perfección en la producción. Este periodo se vio altamente influenciado por las modas europeas, la estética y el acabado fino en detalles fueron rasgos que los consumidores valoraron sobre todo en la juguetería europea y norteamericana de los siglos XIX y XX, que ofrecían juguetes como autómatas, trenes, soldaditos, figuras y muñecos, vehículos de locomoción, artículos de cuerda, y unidades y juegos de metal, madera, cartón, plástico, y hojalata litografiada  (El Coleccionista Ecléctico, 2022), por nombrar algunos, que llegaron a influenciar estéticamente la producción local e incluso a influenciar en cambios técnicos y tecnológicos[7]

Figura 2: La Verdad, 25 de enero de 1917




Figura 3: La Verdad, 27 de enero de 1917



Los productores que tomaron parte de la feria de Alasitas durante la segunda mitad del siglo XIX, fueron un sector conformado por una amplia población de mestizos con una significativa experiencia, formación y fuerza de trabajo (Barragán, Rossana, 2017) y cobraron una excepcional importancia durante este periodo histórico[8], los gremios urbanos sentaron las bases de la dinámica comercial y económica del siglo XX, llegaron a conforman una estructura social basada en la pertenencia al rubro que acarreaba cierto prestigio o posición social. Estos no se encontraron ajenos de la vida religiosa de las nacientes urbes modernas como La Paz, pues se conformaron cofradías alrededor de advocaciones a santas y santos católicos, o se fortalecieron las ya existentes, como es el caso de Nuestra Señora de La Paz cuya festividad coincidente con la feria de Alasitas fue y es uno de los principales eventos socioculturales y económicos de la ciudad.

Figura 4: Titular que destaca “La Virgen de La Paz fue conducida a la nueva Catedral. La procesión se inició a las cuatro de ayer tarde”, describiendo el acto oficial de traslado de la imagen de Nuestra Señora de La Paz a la Catedral que habia atravesado por un periodo de restauración arquitectónica. La asistencia de fieles fue masiva y marco un preambulo a la feria de Alasitas, que hasta entonces se realizó entre la Alameda (El Prado de hoy en día) y la Plaza Sucre en el barrio de San Pedro, en años posteriores la feria de miniaturas se emplazara en los alrededores de la Catedral y la Iglesia de San Pedro en la Plaza Sucre. La Razón, domingo 15 de enero de 1933.



La producción de miniaturas continuó siendo fomentada por el municipio a lo largo del siglo XX con sus propias características y dinámicas, una de las principales actividades que se desarrollo fue la entrega de premios o reconocimientos a los mejores trabajos artesanales expuestos durante la feria de Alasitas mediante la publicación de convocatorias y ordenanzas municipales que dieron pie a una paulatina regulación institucional. De acuerdo al dato hemerográfico el año 1917 se premiaron las siguientes categorías: Filigrana de plata, ebanistería y carpintería, miniaturas en madera, instrumentos de cuerda, miniaturas en metal, talabartería, zapatería, hormería, modelado en yeso, encuadernación y arquitectura (La Verdad, 1917; El Tiempo, 1918 - 1920). En esos años se mantuvo esta política de fomento, presentando cambios en los montos de los premios, aperturando o prescindiendo de categorías. En promedio la feria tuvo una duración de tres a cuatro días. No existe ninguna referencia documentada a la presencia, existencia, comercialización o intercambio de billetitos miniatura u objeto semejante en el periodo mencionado en este articulo (El Diario, 1916 a 1920), se ha evidenciado que el billetito miniatura o de Alasitas es una invención del siglo XX (Herrera, 2023).

Figura 5: En esta versión la feria se llevo a cabo en la Avenida Mariscal Santa Cruz, convocando asistencia masiva d ela poblacion y la exposicion de artesanias miniatura. La Razón, domingo 24 de enero de 1943

La característica principal de la feria ha sido siempre el intercambio o compra-venta de miniaturas de todo tipo, intercambio comercial y simbólico, donde circulan objetos de la vida cotidiana miniaturizados: billetitos, casitas, alimentos, vehículos, herramientas de trabajo, maquinaria y equipos tecnológicos, entre otros artículos altamente demandados, lo que le significa un reto particular para los artesanos ya que deben innovar año tras año según las modas de cada época y generación. Los objetos miniaturizados llevan circulando en la sociedad paceña y boliviana por más de dos siglos y medio.

La tradición de adquirir la imagen de cerámica o yeso del Ekeko[9] se mantuvo (se desconoce el periodo histórico exacto en el que aparece, sin embargo, algunas fuentes documentales afirman que se trata de una sátira al Gobernador Sebastián Segurola o sus soldados chapetones, lo que hace presumir que surge a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX), a pesar de esfuerzos por parte de algunos sectores por eliminarla. Con la adquisición de la figura del Ekeko se popularizó la práctica de adquirir miniaturas que se le regalaban para que formen parte de su cargamento, asegurando el abastecimiento del hogar y el trabajo, bienes que cada año se debían renovar desechando los pasados para comprar nuevos (incluida la figura del Ekeko), razón por la cual posiblemente en la actualidad no contamos con muchas muestras de Ekekos y miniaturas conservadas anteriores al siglo XIX.

De Ekekos antiguos se da cuenta de aquellos que se remiten al primer cuarto del siglo XX y se encuentran conservados en la colección del Museo Costumbrista “Juan de Vargas” en la ciudad de La Paz y en la colección del Museo “Antonio Paredes Candia” en la ciudad de EL Alto. Las miniaturas que forman parte de sus “cargamentos” o “cargas”, así como su vestimenta a la usanza de cada época, van transformándose reflejando los diferentes momentos históricos por lo que han transitado.

Figura 6: Ekeko de 1890, colección de miniaturas de Alasitas del Museo “Antonio Paredes Candia”, Municipio de El Alto. Fotografía: Maria Antonieta Herrera, 2022





Figura 7: Ekeko de yeso que data de 1925, donación de la Sra. María Cristina Alarcón al Museo Costumbrista “Juan de Vargas” del Municipio de La Paz, en exhibición en la sala de Alasitas. Este Ekeko es poseedor de una amplia colección de miniaturas que forman parte de su cargamento, que da cuenta de una diversidad de conjuntos representativos que la familia donante fue acumulando en el transcurso de diferentes épocas del siglo XX.


En la actualidad la feria de Alasitas reúne a todas las paceñas, paceños, bolivianas y bolivianos en torno a las creencias y tradiciones compartidas, es un espacio donde se recrean lazos sociales positivos a partir de la fé. Por lo tanto, como toda fiesta en alguna medida integra más a la sociedad, sin importar tu inclinación religiosa, las prácticas rituales han mantenido un cariz religioso entre las tradiciones católicas en coexistencia con elementos de la tradición aymara.  Según las descripciones y bibliografía extensa sobre la feria de Alasitas, se ha caracterizado por ser una celebración que goza de amplia popularidad, al punto de trascender nuestras fronteras, razón por la que la UNESCO le ha concedido reconocimiento como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

  

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(2023). Historia del billetito de Alasitas en el siglo XX. (Entrevista de fecha 01 de febrero, María Antonieta Herrera Loayza, Entrevistador) 

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El Diario. (Enero de 1916 a 1920). Feria de Alacitas y Rifas. El Diario.

El Diario. (1917). La Feria de Alacitas. Entusiasmo en el Paseo.- Los Expositores.-Debemos fomentar la manufactura nacional. El Diario.

El Diario. (Enero de 1929 a 1930). Feria Industrial de Alacitas. El Diario.

El Diario. (martes 2e de Enero de 1929). La Feria de Alacitas. Reglamento dictado por el comité organizador. El Diario, pág. 12.

El Tiempo. (Enero de 1918). Organización de las Alacitas. El Tiempo, pág. 8.

La Verdad. (Enero de 1917). Feria de Alacitas en la Plaza Murillo. La Verdad, pág. 8.


SITIOS WEB

Arte Historia (2017). Arte Historia / Materiales / Miniatura. Obtenido de  Arte Historia Website 

 El Coleccionista Ecléctico. (2 de noviembre de 2022). El blog del Coleccionista Ecléctico. Obtenido de https://elblogdelcoleccionistaeclectico.com/2013/04/28/fabricantes-europeos-de-juguetes-antiguos/

Vicente, Philippe (22 de Noviembre de 2022). Diccionario de Etimología . Obtenido de http://etimologias.dechile.net/?miniatura: Diccionario Etimologico



[1] Se cuenta con vestigios arqueológicos de figuras líticas en pequeño formato que corresponden a la cultura Tiahuanaco que se documentan en estudios arqueológicos realizados en el área circumlacustre boliviana, a partir del siglo XX (Posnansky, 1919). La investigadora y gestora cultural Carmen Beatriz Loza ha demostrado la presencia del uso de talismanes y objetos miniaturizados en actividades rituales, a partir del análisis de evidencia arqueológica de un atado de remedios de un religioso/médico correspondiente al periodo Tiahuanaco (Loza, 2007).

[2] En la miniatura medieval las imágenes iluminaban los textos con escenas fantásticas y monstruosas, se reservaba a los márgenes de los manuscritos a temas eróticos, cotidianos, mitológicos, profanos a veces rozando lo blasfemo. Paralelamente, la miniatura puede encontrarse en los manuscritos islámicos de Al Andalus, India, Persia, por ser la Representación visual de creencias, cosmovisiones y modos de vida, la miniatura ha cobrado un nuevo aspecto por influencia del islam, razón por la cual el arte de la miniatura se encuentra inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (Arte Historia, 2017).

[3] Miniatura: etimología, miniare, latín, significa “pintar o relucir con bermellón” y miniatus, “revocado en rojo”;  minitatulus, coloreado con minio, oxido de plomo color rojo (Vicente, 2022). 

[4] Hoy en día, miniatura, quiere decir: “1. Pintura delicada y de pequeño tamaño, realizada al temple sobre pergamino o marfil, o al óleo sobre chapas metálicas o cartulinas; 2. Objeto artístico de pequeñas dimensiones; 3. Pequeñez, tamaño pequeño o reducido” (Diccionario Lengua Española, 2022).

[5] Alfred Antony Francis Gell , FBA (12 de junio de 1945 - 28 de enero de 1997) fue un antropólogo social británico cuyo trabajo más influyente se refería al arte, el lenguaje, el simbolismo y el ritual.

[6] Desde la fundación de la república se enfatiza en las políticas educativas orientadas a la formación en oficios, es de esta manera que se fundan las Escuelas-Talleres de Artes y Oficios que se orientaron a formar a grupos selectos de productores en cada capital de departamento y tuvieron un gran impacto en la sociedad porque reunían distintos ramos: sombrerería, zapatería, carpintería, talabartería, herrería, litografía, tipografía, platería y joyería, entre otros oficios que ponían sus artes al servicio de la sociedad y producían obras para la venta.

[7] Cabe destacar que durante este periodo histórico el Estado boliviano ingresa al modelo liberalista y se introducen cambios importantes en la política económica nacional, los gobiernos en turno dieron continuidad a una política de fomento de las industrias nacionales, otorgándoles a maestros y oficiantes un sitial importante en la sociedad a través de las ferias industriales, pues eran eventos cuidadosamente organizados, llevados adelante con sus protocolos propios y la participación de autoridades nacionales, departamentales, municipales y de las Juntas de Artesanos. Estas acciones y políticas de fomento a la industria nacional desde 1850 hasta finales del siglo, expresaron la transición al modelo liberalista del Estado boliviano , que había superado la guerra del Pacífico de 1879 y la crisis posterior que supuso la pérdida territorial para las exportaciones nacionales; así como la guerra federal de 1899 que marcaría la ruptura final de la sociedad boliviana por las tensiones regionalistas, las diferencias ideológicas entre conservadores y liberales, así como la necesidad de descentralización del país con el traslado de la sede de gobierno de Sucre a La Paz.  

[8] Desde la segunda mitad del siglo XIX han destacado en la feria de Alasitas obras en miniatura en las siguientes áreas: carpintería y ebanistería, mecánica e instrumentos de agricultura, orfebrería, joyería, grabado, talabartería, curtiembre, zapatería, armería, herrería, hojalatería, sastrería, sombrerería, instrumentos musicales, litografía, viñetas y caligrafía, dibujo, pintura y escultura, alfarería, locería, lapidifación, bordados, tejidos, costura. Llegan a enviarse muestras de obras en miniatura a la Feria Universal de París de 1889, entre ellas muñequitos vestidos a la usanza nacional (Butrón, 1999). También se introducen a las actividades de Alasitas las rifas propiciadas por casas comerciales y organizaciones de beneficencia, así como artículos importados de manufactura extranjera, impulsando el flujo comercial en la ciudad de La Paz. Para principios del siglo XX, las rifas debían ser autorizadas por el municipio y se llegaron a publicar los comercios autorizados en la víspera a la feria en la prensa local. Se documenta que es a partir de 1929 que, instituido un comité organizador en el municipio y tras una serie de ordenanzas, se regulan las rifas, sus precios y lugares autorizados de venta, mediante reglamento publicado en El Diario (El Diario, 1929). En la primera mitad del siglo XX se llegan a emitir una serie de regulaciones municipales orientadas a la organización, duración, emplazamiento y prohibiciones para la feria de Alasitas.
[9] Ídolo andino considerado actualmente como “Dios de la Fortuna”, representado como la figura de un hombre mestizo, robusto, porta prendas tanto indígenas como modernas, lleva sobre su cuerpo una carga de alimentos, utensilios, herramientas, enceres y todo tipo de articulo miniatura. Se lo elabora tradicionalmente con materiales como arcilla, madera, yeso y metales, actualmente puede trabajarse con cualquier material. Su figura ha atravesado por modificaciones según cada época en la que ha sido manufacturado, hacia el siglo XIX tenia rasgos alargados y su cuerpo era mas delgado, es a lo largo del siglo XX que adquiere su representación regordeta y bonachona. En las creencias andinas se lo asocia a la fertilidad, abundancia, riqueza económica, atracción del mineral particularmente la plata, entre otros atributos. 



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